Una promesa con caras ocultas
Tras años de caos en el desarrollo, varios retrasos e incluso un cambio completo de estudio, por fin hay una fecha definitiva: Vampire: The Masquerade – Bloodlines 2 saldrá a la venta el 21 de octubre de 2025 para PC, Xbox Series X/S y PS5. Un nuevo tráiler presentado en la Gamescom ha hecho latir con fuerza muchos corazones: las sombrías calles de Seattle, sangrientas batallas y el regreso de la mística vampírica icónica despiertan recuerdos de su legendario predecesor.
Pero apenas se apagaron los aplausos, se desató una tormenta de indignación. El motivo es una decisión de la editorial Paradox: Habrá tres ediciones disponibles en el lanzamiento: Standard, Deluxe y Premium. Solo quienes compren la versión más cara podrán jugar con dos clanes adicionales: los carismáticos Toreador y los misteriosos Lasombra. Los fans ya hablan de «contenido recortado» y recuerdan ejemplos poco gloriosos de la industria.
«Como si Diablo hubiera ocultado clases»: la ira de la comunidad
La indignación se debe principalmente al simbolismo. En el universo de Vampire, los clanes no son meros adornos cosméticos, sino que determinan habilidades, opciones de diálogo y estilos de juego completos.
«Imaginemos que Diablo hubiera ocultado dos clases tras un muro de pago en el momento del lanzamiento: el clamor habría sido ensordecedor», se lee en el foro de Steam. Este es precisamente el escenario que temen ahora muchos fans.
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El problema: incluso quienes compran la versión estándar por 60 euros tienen la sensación de tener un juego incompleto. La edición premium cuesta 90 euros y el DLC adicional «Shadows and Silk» cuesta unos 20 euros por separado. Para muchos, esto supone romper la mascarada, pero no la del juego, sino la que existe entre la editorial y la comunidad de jugadores.
Y, sin embargo, la fascinación permanece. A pesar de la política de precios, los fans esperan que Bloodlines 2 sea un digno sucesor del clásico de culto, un juego que convenza por sus decisiones, su atmósfera y sus historias oscuras. Porque una cosa está clara: la noche en Seattle podría ser legendaria.